martes, 13 de junio de 2017

PLAZA DE ESPAÑA (SEVILLA)

La Plaza de España es un conjunto arquitectónico enclavado en el Parque de María Luisa de la ciudad de Sevilla (España), proyectado por el arquitecto Aníbal González. Se construyó entre 1914 y 1929 como edificio principal, y el de mayor envergadura, de la Exposición Iberoamericana de 1929 y constituye también el más grande de los que se levantaron en la ciudad durante todo el siglo XX

La Plaza de España es el resultado final de varios proyectos que se sucedieron durante la gestación de la Exposición Iberoamericana. En 1911, el arquitecto Aníbal González, que fue nombrado arquitecto director de la muestra, presentó su anteproyecto para la Exposición, en el que aparecían ya los terrenos sobre los que se ubicaría la futura plaza, aunque no con su diseño actual. Tras varios proyectos intermedios que incluían un gran estadio deportivo, el 14 de julio de 1914, se presentó el primero en el que aparece identificada la Plaza de España. Para ocupar el vacío dejado por el estadio previsto se preveía un espacio semicircular abierto al parque de María Luisa en el que se debían construir en la parte externa los pabellones de Industria y Agricultura y el palacio de Actos y Fiestas, un paseo, después una ría, cubierta por ocho puentes y en el centro una gran espacio abierto para celebrar solemnidades o fiestas, a cuyos pies se situaría una fuente de carácter monumental



En 1926, dimite Aníbal González de sus cargos en la Exposición, que deja el proyecto cerrado en todos sus elementos fundamentales y toma el relevo en la dirección de la obra Vicente Traver En agosto de ese mismo año se decide que la Exposición comenzará en abril de 1929.
1927 fue el año del impulso final, las obras, que en apariencia parecían terminadas, requerían aún multitud de trabajos por realizar y se aprobaron los proyectos de cerrajería, carpintería, acondicionamiento de espacios, revestimientos, trabajos en los exteriores y la mayor parte de las instalaciones.
Durante 1928, la actividad continuó de modo semejante al del año anterior y ya se podían apreciar varios edificios prácticamente terminados. En febrero, se informaba al Comisario Regio que en el Edificio Central todos los trabajos estaban concluidos a excepción de dos salones de la planta de Honor y sus correspondientes en la planta de basamento. En mayo, ya se había acabado el trabajo de pintura de ese edificio, lo que era señal de que estaba prácticamente terminado y permitió que ese mismo mes, que la Dirección de las Obras hiciese su entrega oficial al Comité de la Exposición. Mientras tanto los trabajos de decoración de las Puertas de Navarra y de Aragón seguían su marcha, aunque, con evidente retraso.



El 9 de mayo de 1929 se realizó en la Plaza de España la ceremonia de inauguración de la Exposición con la presencia de las máximas autoridades del país. Las obras habían finalizado, aunque todavía hubieron de realizarse algunos trabajos menores como sustituciones de bancos y farolas. El presupuesto previsto, en 1914, ascendió a 628.500,70 pesetas, que en 1929, alcanzó 15.310.365 pesetas, a las que tras añadir otros gastos de última hora, rebasó los 17 millones de pesetas.
Durante la ejecución algunos aspectos del proyecto suscitaron algún rechazo.

La plaza es de grandes dimensiones (170 metros de diámetro), tiene una forma semi-elíptica, que simboliza el abrazo de España a sus antiguos territorios americanos, y mira hacia el río Guadalquivir, como camino a seguir hacia América.
Su superficie total es de 50 000 m² cuadrados aproximadamente, de los que 19 000 están edificados y los 31 000 restantes son espacio libre, está bordeada por un canal que recorre 515 m y es atravesado por cuatro puentes. Los edificios que envuelven la plaza se estructuran en un edificio central, alas con edificaciones intermedias que compensan una excesiva longitud y torres en los extremos. Esta planta responde de forma muy cercana al esquema formal del tipo de villa palladiana con alas curvas, como la Villa Badoer de Fratta Polesine o Villa Trissino en Meledo, mostradas por el arquitecto italiano Andrea Palladio en sus Cuatro libros de la arquitectura, que Aníbal González conocía.
La construcción está realizada con ladrillo visto y cuenta con una amplia decoración de cerámica. Los techos de la galería de la plaza cuentan artesonados y esta se sostiene con columnas de mármol. Los respaldos de los bancos y algunas farolas están realizadas en hierro forjado.
Los medallones con caras de españoles ilustres, las columnas marmóreas y los artesonados dan al conjunto un ambiente renacentista. Según los escritos de Aníbal González su inspiración para diseñar la plaza había sido el Renacimiento español, modernizándolo.
Las dos torres que flanquean la plaza, que proporcionan un ambiente de estilo barroco, miden 74 metros de altura, y crearon disgusto entre los académicos por rivalizar en altura con la Giralda


En las paredes de la plaza se encuentra una serie de 48 bancos que representan a cuarenta y seis provincias españolas peninsulares (todas excepto Sevilla) y los dos archipiélagos (Canarias y Baleares), con su escudo, un mapa y un paño de azulejo pisano con hechos históricos destacados de la provincia o archipiélago representado, colocados en orden alfabético. Estos bancos se encuentran en cuatro tramos, y al principio y final de cada uno de ellos, se encuentra un paño de azulejo pisano relativo a la provincia de Sevilla. Los bancos tienen, también, a los lados, dos pequeñas torres con anaqueles que han sido usados en alguna ocasión para colocar libros.



Su parecido a un inmenso decorado teatral construido de ladrillo y azulejos le ha valido ser elegida en numerosas ocasiones como localización de rodaje para películas internacionales como Lawrence de Arabia o Star Wars Episodio II: El Ataque de los Clones, donde se convertía en la fantástica ciudad de Theed, capital de Naboo. Por ella pasearon su romance Amidala y el joven Anakin Skywalker.


Cuando la Plaza de España fue construida, se planeó que tras la Exposición Iberoamericana, el edificio albergase la Universidad Laboral de Sevilla. No obstante, al final se repartió entre diversos organismos oficiales como la Delegación de Gobierno en Andalucía y la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir.

La distribución alfabética de las ciudades no se respeta en en la provincia de Navarra por un motivo: cuando acabó la Exposición Iberoamericana de 1929 se quitó el azulejo La muerte de García IV de Navarra por ser demasiado violento. Los ceramistas lo suplantaron creando Reparto del reino de Navarra, en la que se ve al rey rodeado con sus hijos. Esta obra cambió el encabezado de Navarra por el de Pamplona, arruinando así el orden alfabético.


Sobre los 48 bancos de la Plaza de España hay 48 bustos que representan a ilustres personajes de la historia española como Quevedo o Velázquez.

Cuando el monarca Alfonso XII contempló la obra maestra de Aníbal González concluida, dijoSeñores, yo sabía que esto era bonito… Pero no tanto. 

WEBGRAFÍA:

http://www.3viajes.com/plaza-de-espana-en-sevilla-escenario-de-pelicula/ 
http://sevillasecreta.co/2016/02/plaza-de-espana/
https://es.wikipedia.org/wiki/Plaza_de_Espa%C3%B1a_%28Sevilla%29

CARNAVAL DE CÁDIZ

En febrero, Cádiz se transforma en una fiesta. Es época de Carnaval.
La alegría del Carnaval llena las calles de Cádiz. La ciudad se convierte en escenario y su gente en protagonista porque llega don Carnal.
La ciudad entera se vuelca con el carnaval, es una ocasión perfecta para conocerla y disfrutar del ingenio y la gracia de los gaditanos.
La música carnavalesca se oye por cualquier rincón de la ciudad, se ultiman los detalles de los disfraces -en Cádiz se conocen como "tipo"-, algunos de ellos verdaderas obras de arte, y el gaditano vive con toda su alma uno de los acontecimientos lúdicos más esperados. Quizá de los carnavales españoles el que tiene una imagen más jocosa y divertida.
Frente a la espectacularidad de otros carnavales, la imagen jocosa y divertida del Carnaval de Cádiz lo convierte en una fiesta única, que merece la pena conocer.



Durante estos días no faltan otros espectáculos para que la fiesta esos días en Cádiz sea completa.
Para aclarar el origen del Carnaval los estudiosos nos remiten a distintas civilizaciones que, sin usar el mismo concepto de la fiesta, han manejado objetos y utensilios similares a los que se usan en Carnaval, y recuerdan el origen remoto que pueden suponer las bacanales, las saturnales (al dios Saturno) y las lupercales (al dios Pan), celebraciones que se conocieron tanto en la antigua Grecia como en la Roma clásica.

Sin embargo, parece ser que el Carnaval de Cádiz, es un hijo, aunque sea pródigo, del cristianismo; mejor dicho, sin la idea de la Cuaresma no existiría en la forma en que ha existido desde fechas oscuras de la Edad Media Europea. Se lo relaciona también con los ritmos del tiempo, con la percepción cualitativa del tiempo. El cristianismo establece «un orden pasional del tiempo», en el que los momentos de alegría y tristeza se alternan cronológicamente, según sea tiempo de prohibiciones o tolerancias, asimilados por el cristianismo. El Carnaval es una consecuencia de la concepción simple del tiempo que adopta el cristianismo. Una concepción ajustada a los ciclos vitales y de las cosechas.
Su principal significación es que autoriza la satisfacción de todos los apetitos que la moral cristiana, por medio de la Cuaresma, refrena acto seguido. Pero al dejarlos expansionarse durante un periodo más o menos largo, la moral cristiana reconoce también los derechos de la carne, la carnalidad. El Carnaval encuentra así, además de su significación social y psicológica, su función equilibradora en todos los aspectos. Y todo pese a que en 1523, Carlos I había prohibido totalmente las máscaras.



Paradójicamente, el Carnaval de Cádiz resucitó gracias al sufrimiento provocado por la explosión del depósito de minas de San Severiano, ocurrida en 1947. Vistió a Cádiz de luto y llevó la tristeza a la ciudad de la alegría. Tanto, que el gobernador civil, Carlos María Rodríguez de Valcárcel, pensó que había que levantar los ánimos. Los viejos carnavaleros le habían mostrado su deseo de volver a sacar un corito en alguna velada de verano. Y tras escuchar los tangos de los coros Piñata Gaditana grupo aglutinado por José Macías Retes y Los Chisperos, no encontró motivos para no permitir de nuevo la celebración de las fiestas. Así fue cómo se permitió, fuera del Carnaval, en las fiestas del verano, que aquellos coros de veteranos volvieran a cantar viejos tangos. Había garantías políticas. Entre los coristas figuraba Joaquín Fernández Garaboa, el Quini.



Y tanto levantaron los caídos ánimos de Cádiz los coristas con sus viejos tangos de Los Claveles, y tanto gustó el género a Rodríguez de Valcárcel, que el gobernador se las ingenió para recoger el sentir popular, apoyar la iniciativa municipal y conseguir que el gobierno de Madrid permitiera una resurrección del Carnaval según la ideología dominante. El espíritu de la ciudad se impuso de tal forma que fue disfrazado el propio Carnaval, con el tipo ocasional de Fiestas Típicas Gaditanas. A los coros se les consentía salir, pero poco menos que en la estética de coros y danzas. Por supuesto que sin máscaras en la calle y sin disfraces en el pueblo, sólo en las agrupaciones. En el dirigismo cultural de la época, fueron unas fiestas más del Ayuntamiento que del pueblo, que las insertó en una estética entre juegos florales y fiesta de la vendimia, con reina de las fiestas, que era siempre la hija de un ministro, y cabalgatas como las que don José León de Carranza, el gran impulsor, junto con el concejal Vicente del Moral, había visto en Niza.


Gracias a las Fiestas Típicas el Carnaval se salvó y vivió una de sus etapas de mayor esplendor. Paco Alba, fue el gran exponente de este período superando en calidad al Carnaval anterior a la guerra. Se produjo la universalización del Carnaval, con agrupaciones que gustaron a toda España e Hispanoamérica, sobre todo se recuerda a los Los Beatles de Cádiz (Los escarabajos trillizos) de Enrique Villegas Vélez, que en Cádiz ganó el segundo premio de comparsas en 1965 tras Los hombres del mar de Paco Alba.
En 1967 se produjo el traslado de las fiestas al mes de mayo, organizando una auténtica feria, con casetas incluidas.



Desde 1973, los cuartetos participaron en el concurso oficial de agrupaciones. En 1975 se produjo un hecho histórico en el concurso, la chirigota de Paco Alba, Los belloteros ganó el primer premio pero en la categoría de comparsas junto a Los napolitanos de Pedro Romero Varo. Esta decisión no agradó al aficionado, pero este suceso fue lo que originó que se considerara a Paco Alba el inventor de la comparsa actual.
El 6 de junio de 1976, se celebraron las últimas Fiestas Típicas Gaditanas, para el año siguiente se volvió a febrero y a la denominación de carnavales.

El 15 de febrero de 1977, es la primera fecha del carnaval democrático o en libertad. De este año destaca el coro Los dedócratas, fundamental en la transición de las fiestas típicas gaditanas a carnaval y en la recuperación del coro.



Como no podía ser de otro modo, con la idiosincrasia de los gaditanos, el 5 de febrero de 1978 a las cinco y cuarto de la tarde comenzó el entierro de las Fiestas Típicas Gaditanas. Acto auspiciado por el coro La guillotina, sucesor de Los dedócratas. Encabezaba el desfile fúnebre, que revistió la mayor seriedad por parte de sus participantes, una pancarta con la inscripción: «Entierro de las Fiestas Típicas R.I.P. ¡Ya era hora!», portada por dos miembros del coro vestidos de ciudadanos de la Revolución francesa.
Seguían dos tambores que, durante toda la marcha estuvieron sonando con redoble a la funerala. También dos miembros del coro que portaban una especie de incensario, uno, y otro un mortero de cocina a modo de hisopo. Después, cuatro verdugos portaban el féretro, sobre el que se colocó el martillito clásico de las antiguas fiestas, sobre la inscripción R.I.P. la caja llevaba adosada a ambos lados seis coronas fúnebres, con las inscripciones: «Un concejal in memoriam», «Vicente no te olvida», «Pepiño con amor», «El látigo Macareno», «De tus amigas las casetas» y «El Quini no sabe si olvidarte». Cuatro soldados de la revolución, con las bayonetas a la funerala acompañaban a la caja. Seguían el duelo mujeres de riguroso luto, que estuvieron llorando todo el trayecto, portando algunas de ellas velas. Inmediatamente después marchaba un prelado, el director del coro patrocinador del acto y tres representantes de las autoridades. Los músicos de la agrupación formaban tras ellos, interpretando con sus pitos marchas fúnebres y sones de Carnaval. Eran seguidos por el resto del coro y por un grupo bastantes numeroso de máscaras. Cuatro soldados cerraban el desfile.



Numeroso público se congregó para ver pasar el entierro, aplaudiendo en ocasiones y demostrando su aceptación a la idea de La guillotina. Los espectadores rieron con ganas, comentándose que el cortejo corresponde a lo que debe ser el Carnaval y también mostrando su solidaridad con el motivo de la marcha: enterrar aquellas Fiestas Típicas Gaditanas, que no eran ni lo uno ni lo otro.
BIBLIOGRAFÍA:

http://www.diariodecadiz.es/carnaval/Carnaval-Cadiz-patrimonio-cultural-inmaterial_0_338666161.html
http://www.carnavaldecadiz.com/
https://es.wikipedia.org/wiki/Carnaval_de_C%C3%A1diz
http://www.andalucia.org/es/carnaval-de-cadiz/

jueves, 8 de junio de 2017

FLAMENCO

El flamenco nació de la alegría pero creció con la rabia, entre la soledad y la fiesta. Hijo de la gracia y de la desesperación, de la burla y de la angustia, de la diversidad y de la mescolanza, de los nómadas y de los sedentarios que cruzaron durante siglos el sur de la Península Ibérica. El flamenco es, fundamentalmente, música, un legado de ritmo que viaja a través del cante, del toque, del baile o de la percusión. Pero también es una actitud ante la vida y un ejercicio individual y colectivo de resistencia.


Se trata, a su vez, de un conjunto de tradiciones que se cultivan hoy en día en numerosos lugares del planeta, pero su origen hay que buscarlo entre los grupos humanos que forman el triángulo geográfico que  comprenden las minas de la Unión, en Murcia, las dehesas y hogares de Extremadura o los campos, las marismas y las ciudades de Andalucía toda. Es un arte mestizo en cuyo origen y conservación conviven payos y gitanos, con ecos moriscos, sefarditas, castellanos, indianos o africanos, entre otras muchas resonancias culturales. Para numerosas personas, solas o en compañía de otras, el flamenco constituye su ritmo vital y una de sus principales señas de identidad. Es espectáculo y cultura, pero también vivencia familiar, aprendizaje y costumbre.
Una imagen suele valer más que mil palabras, pero a veces harían falta mil palabras para explicar ciertas imágenes. O más de doscientos años de historia como, aparentemente, cuenta el arte flamenco.



EL flamenco es un arte que se presenta en dos variantes: Música y Baile. En la música, el Cante y la Guitarra ocupan el papel fundamental, aunque existen otros instrumentos (como la percusión) y acompañamientos (como las palmas) que generalmente están presentes y juegan un papel muy importante.

El Baile es muy expresivo y cada parte del cuerpo ha de moverse de forma coordinada: Los pies, las piernas, las caderas, el talle, los brazos, las manos, los dedos, los hombros, la cabeza...



Para aprender flamenco, como en otras manifestaciones artísticas, son necesarios dos ingredientes: Alma y técnica, y esto no resulta meta fácil cuando consideramos que el flamenco es muy rico y complicado. Se pueden contar más de 50 "Palos" del flamenco. Cada "Palo" tienen su propio ritmo, su propia armonía y, en caso de que sea un palo bailable, cada cual se interpretará con una danza diferente.

Para simplificar, podríamos agrupar los Palos en dos grupos o estilos:

1) Flamenco Jondo (=hondo), un estilo serio que expresa sentimientos profundos y con frecuencia trágicos. Aquí se tratan temas como el amor, el desengaño o la pena, y se baila con una expresión muy profunda e intimista. Es por ello que es el más difícil de comprender para aquellos que no están iniciados en el flamenco, y se representa más frecuentemente en círculos de expertos o en salas de teatro o concierto. Ejemplos de "Jondo" son: Farruca, Martinete, Minera, Petenera, Soleá y Tiento.



2) Flamenco Festero es un arte más alegre. Como la misma palabra lo dice, se interpreta en las fiestas y celebraciones en Andalucía. Los temas tratados son alegres, ya sean sobre el amor y los sentimientos, ya sean evocando lugares, fiestas y escenarios flamencos, o incluso a veces cómicos. Ejemplos del Flamenco Festero son: las Sevillanas, la Rumba, los Tanguillos, las Bulerias y las Alegrías.



Naturalmente hay muchos palos y muchas interpretaciones que no son fácilmente catalogables. En cualquier caso, lo que sí es común a todo el flamenco es que es sentimiento. Y para expresar dicho sentimiento, el flamenco usa formas muy fuertes, que generalmente no dejan frío a nadie; uno puede amar o puede odiar el flamenco.





En noviembre de 2010 la Unesco lo declaró Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad a iniciativa de las Comunidades autónomas de Andalucía, Extremadura y Murcia. Además es Patrimonio Cultural Inmaterial Etnológico Andaluz y está inscrito en el Inventario General de Bienes Muebles de la Región de Murcia establecido por la Dirección General de Bellas Artes y Bienes Culturales.


 WEBGRAFÍA


http://www.red2000.com/spain/flamenco/1index.html
 https://es.wikipedia.org/wiki/Flamenco
https://www.google.com/culturalinstitute/beta/exhibit/gQRw4opa?hl=es

CABLE INGLÉS

El conocido como Cable Inglés es un cargadero de mineral situado en Almería (España) de la sociedad «The Alquife Mines and Railway Company Limited», ejemplo de la arquitectura del hierro, concluida su construcción en 1904. Unía la estación con el puerto. El muelle o cargadero de "El Alquife" es una obra de ingeniería, concebida para utilizarla como medio de transporte, almacenaje y embarque del mineral procedentes de las minas de hierro de Alquife (Granada) por vía marítima. 





De estilo ecléctico caracterizado por el uso de los nuevos materiales. Siguió las directrices de la Escuela de Eiffel. En 1998 fue declarado Bien de Interés Cultural de Andalucía. Está en proyecto su restauración para alojar en su interior un centro de exposiciones, un restaurante y un complejo de ocio, además de proporcionar un mirador en la parte superior. 

La problemática de la explotación minera de fines de siglo XIX y los comienzos de la industrialización del sur de España tiene uno de sus mejores testimonios en esa obra notable de ingeniería que, en sí misma, contiene avanzados criterios y aportes de la construcción en metal de reconocida transcendencia dentro de la historia de las obras civiles y de arquitectura.
Su diseño se debe al ingeniero de Caminos, Canales y Puertos Andrés Moche, quien realizó el proyecto en el año 1902, siendo ejecutadas las obras de inmediato y acabadas solo dos años después.
Por su naturaleza, esta tipología constructiva no fue frecuente y, por la imposibilidad de recuperar su uso original, ha adquirido una singularidad indiscutible digna de ser conservada.
En resumen, el antiguo cargadero "El Alquife", más conocido como Cable Inglés, utilizado hasta el año 1970, es una obra civil singular de gran valor técnico e histórico que amerita ser declarada Bien de Interés Cultural, en la categoría de monumento. 

El cargadero de mineral de Almería se construyó una vez finalizado el ferrocarril Linares-Almería; con el fin de dar mayor salida a todo el material que llegaba por tren desde las Minas de Alquife y que se acumulaba en el Puerto de Almería. Los primeros proyectos proponían un cargadero hecho de madera, y de unas dimensiones reducidas. Pero por distintos motivos se decidió la construcción de un gran muelle metálico de agua profunda al que accederían los trenes cargados de mineral de hierro, procedentes de la Estación de Almería, a unos 900 metros del lugar. Una vez en lo alto, por acción de la gravedad, descargarían su contenido en unos depósitos en el interior de la estructura. Una vez allí, y de nuevo por gravedad, se cargaría el mineral a los barcos atracados al costado del cargadero a través de unos conductos metálicos retraíbles. 






Hacia 1900, la empresa que explotaba las minas de Alquife, The Alquife Mines and Railways Company Limited, cuya sede se situaba en la ciudad escocesa de Glasgow, pidió un permiso para construir dicho cargadero, concedido en 1902. Para su construcción se emplearon un total de 3.824 toneladas de acero, procedente de las fundiciones escocesas de Motherwell; también se usaron 8.000 m² de madera para revestimientos, 1.152 m³ de hormigón y un total de 1.056 metros de vías férreas de ancho ibérico.
A fecha de 20 de abril de 1904, el monarca del país por entonces, Alfonso XIII acudió a la ciudad para inaugurar el cargadero, aprovechando para inaugurar también el ferrocarril Albolote-Granada. A partir de entonces, los ciudadanos se dividieron según su opinión al respecto. Unos pensaban que era una construcción necesaria y positiva, y otros la relacionaban con la contaminación metálica, y se veía como un obstáculo para el crecimiento urbanístico. 



Es un ejemplo y obra maestra de la Arquitectura del Hierro de inicios del siglo XX, es una obra de ingeniería, concebida para utilizarla como medio de transporte, almacenaje y embarque del mineral procedente de las minas de hierro de Alquife, Granada, por vía marítima. Su edificación es posible debido a la construcción del puerto y del ferrocarril, moviéndose su construcción en la corriente ecléctica pero introduciendo un nuevo lenguaje arquitectónico caracterizado por el empleo de nuevos materiales, como es el caso del hierro.

Se compone de dos partes diferenciadas: el acceso que une la estación del ferrocarril con el cargadero, y el propio embarcadero a través del que los trenes podían descargar directamente en la bodega de los barcos. Su acceso comienza en la terminal de la vía férrea, cuyo tramo medio reposa en amplios arcos de medio punto sobre pilares de cantería, separados por tramos metálicos a base de grandes vigas de hierro. En 1998 fue declarado Bien de Interés Cultural por sus valores históricos, simbólicos y estéticos.




Uso

Hacia los años 1920 se inicia un conflicto entre la empresa del ferrocarril y la minera, que casi paraliza su actividad. Hacia 1916[, la compañía Bairds Minings construyó otro cargadero 500 metros al sureste; aún así, el Cable Inglés permaneció en funcionamiento hasta septiembre de 1970. Tras la Guerra Civil Española, la nacionalización lleva a la venta de las instalaciones a Agruminsa, filial de los Altos Hornos de Vizcaya, el 16 de noviembre del mismo año. Su uso fue decayendo cada vez más hasta que dejó de prestar servicio hacia 1973. 



Monumento a la Tolerancia:

Junto a El Cable Inglés, en el mismo Parque de las Almadrabillas, se erige el monumento dedicado a las víctimas almerienses del holocausto nazi. Es obra de la almeriense Mª Ángeles Lázaro Guil y fue inaugurada en 1999 por iniciativa del último almeriense superviviente de los campos de concentración, Antonio Muñoz Zamora, el cual salvó su vida gracias a otro español que escribió en su ficha de entrada a la cámara de gas: "exterminado".

El monumento rememora a los 252 almerienses que, entre 1940 y 1945, estuvieron presos en los campos de concentración de Mauthausen y Gusen (Austria), y de los cuales 142 no sobrevivieron. Este es el mismo número de columnas de cemento (142) que componen el conjunto y rodean una parte central que representa los trabajos forzados que estos almerienses tuvieron que realizar.




BARTOLOMÉ ESTEBAN MURILLO

Formando parte del foco sevillano de finales del Barroco del s.XVII, coexisten dos personalidades pictóricas fortísimas y enfrentadas: Valdés Leal y Bartolomé Esteban Murillo, este último retratista de lo cotidiano pero muy alejado ya del cruento hiperrealismo extremo, tan del gusto de ciertos autores, y punto y final del capítulo del naturalismo tenebrista, que heredará pero no mantendrá.
Conocido como pintor de redondeces y dulzuras, si a una imagen se asocia el nombre de Murillo es a la de sus vírgenes, siempre puras y delicadas, sencillas en la comprensión y exquisitas, envueltas por una gracia que hoy día quizá para algunos gustos pueda pecar de sentimental en exceso. 

Su estilo se divide para un mejor análisis en tres fases o periodos (denominados por Ceán Bermúdez): el estilo frío (hasta 1652), el cálido (1652-1656), y el vaporoso (aproximadamente de 1667 a 1682).



Bartolomé Esteban Murillo nace en Sevilla en 1617,  La primera noticia conocida sobre su vida la proporciona su partida de bautismo, que está fechada el día 1 de enero de 1618, según consta en el archivo de la antigua parroquia de la Magdalena de Sevilla. Este dato nos mueve a situar el nacimiento del futuro artista en los últimos días del mes de diciembre de 1617, teniendo en cuenta sobre todo que en esta época se bautizaba a los niños en días inmediatos a su alumbramiento. Sus padres, Gaspar Esteban y María Pérez Murillo, vieron culminar con este nacimiento el proceso de una larga descendencia, ya que Bartolomé, nombre que pusieron al niño, fue el último de catorce hermanos. Puede advertirse, por tanto, que el pintor utilizó para denominarse el segundo apellido de la madre siguiendo la amplia libertad en el uso de los apellidos que había en aquella época. El padre, Gaspar Esteban, fue un hombre de discreta fortuna, de profesión barbero-cirujano, cuya casa familiar estaba adosada a la puerta del convento de San Pablo. Su bonanza económica le permitió mantener sin problemas a su numerosa prole, que daría a su hogar una animada vitalidad en la que el niño Bartolomé creció apaciblemente hasta que cumplió los diez años de edad. La muerte de su padre en 1627 y la de su madre en 1628 truncó su tranquila existencia, en la orfandad, motivo por el que pasó a ser tutelado por Juan Agustín de Lagares, marido de su hermana Ana, y a tener que compartir un hogar diferente con los hijos de este matrimonio. 

Será en esta ciudad también donde comience a desarrollar su profesión de pintor, primero realizando obras de temática religiosa para exportar a América y, tras un supuesto "paseo" por Madrid conociendo de la mano de Velázquez las colecciones del Escorial y el Alcázar, asentándose y recogiendo laureles hasta su muerte en 1682. 

Al igual que sucede en tantos otros casos se desconoce cuándo exactamente debió comenzar el aprendizaje del joven Esteban, aunque se cree que se inició alrededor de 1633 al lado del maestro pintor Juan del Castillo, en cuyo taller habría permanecido hasta la fecha de la marcha de éste a otras capitales andaluzas unos cinco años después.

Una vez aprendida la base del oficio, la siguiente influencia en la vida pictórica de Murillo vendrá determinada por Pedro Moya, quien, de paso por Sevilla en 1642, y después de estar en Londres, le hará partícipe de lo que en esta ciudad se estaba llevando a cabo (habría conocido a Van Dyck poco antes de su muerte), suscitando en Murillo por medio de copias e impresiones comentadas el deseo de partir de viaje para visionar este tipo de arte también. No irá tan lejos sin embargo, llegando hasta Madrid (según la teoría de Céan Bermúdez) para regresar poco después a su ciudad de origen.



Lo cierto es que hasta la fecha de febrero de 1644, en que es seguro que se encuentra en Sevilla, los pasos de Murillo han sufrido más de un seguimiento arropados por conjeturas (al parecer, de joven, tuvo la intención de emigrar al Nuevo Continente, viaje finalmente fallido, al igual que uno planeado a Italia durante su residencia madrileña, la cual también ha generado hipótesis de veracidad). Sí es seguro que en el año ya citado se halla de nuevo en su ciudad natal porque existe constancia de que es admitido en la Cofradía del Rosario de la Iglesia de la Magdalena.


Así, poco después, se encuentra totalmente establecido, con taller propio, recibiendo encargos de importancia cuya buena resolución contribuirá al aumento de su fama, como la serie para un claustro del Convento de San Francisco en Sevilla (1645), y a punto de formar una familia (diezmada más tarde por la peste del 49). Para la iglesia de los Franciscanos también va a realizar unos años más tarde (1650) una famosísima Inmaculada Concepción, que preludia en esbozo el tipo de virgen a desarrollar en años posteriores (comienza ahora una serie con este tema, que continuará hasta casi su muerte). De esta fecha es también su archiconocida Sagrada Familia del pajarito.



Hacia 1660 el reconocimiento de Murillo es grande, los encargos se suceden (provenientes principalmente de clientes religiosos), e incluso llega a intervenir en la fundación de la Academia de pintura de Sevilla, cuya presidencia ostentará hasta el año de 1663. En años siguientes va a llevar a cabo algunas de sus principales obras, como los dos lienzos del sueño del Patricio (para Santa María La Blanca), y muchas de sus inmaculadas, niños y anunciaciones, llegando su fama a tal extremo que, al parecer, el propio monarca Carlos II le habría instado a trasladar su residencia a Madrid, declinando el pintor la invitación.
Al final de su vida (1681 u 82) inicia la serie que no llegará a ver terminada de la iglesia de los Capuchinos de Cádiz, durante cuya ejecución sufrirá un accidente, al caer desde un andamio, que le conducirá a la muerte, finalizando así su vida en el año de 1682.



Principales Obras de Murillo

Aunque pueda parecer lo contrario, en parte debido a la fama con la que Murillo ha pasado a la posteridad, no es éste un pintor tan sólo de idealizadas y edulcoradas vírgenes.

Bien es verdad que es fácilmente reconocible en el uso de colores brillantes, de vaporosas superposiciones y de fantasías elegantes y contenidas, pero no es el único tipo de pintura al que se dedicó. De hecho su obra sufrirá una evolución desde los primeros temas de corte tenebrista de su juventud, con los que recoge el vivir en los barrios pobres sevillanos, hasta las bellísimas y serenas inmaculadas de sus últimos años.
Así, ejemplos de costumbrismo realista se pueden considerar lienzos como el titulado Niños comiendo melón y uvas, o Vieja espulgando a un niño, en los cuales además aparece uno de los temas recurrentes de Murillo: la infancia, que aparece representada de forma anecdótica, copartícipe en las obras marianas, e incluso con una carga dramática.


Famosos son sus cuadros religiosos, en los que representa lo extraordinario de una forma sencilla, muchas veces según imágenes de lo cotidiano, como sucede en la ya mencionada Sagrada Familia del pajarito, e innumerables son sus Inmaculadas, perfectas, preciosas, delicadas y armoniosas (del Escorial, de la Media Luna, Concepción, etc), al igual que sucede con aquéllas composiciones de vírgenes con niño.


WEBGRAFÍA: https://es.wikipedia.org/wiki/Bartolom%C3%A9_Esteban_Murillo
https://www.museodelprado.es/aprende/enciclopedia/voz/murillo-bartolome-esteban/43ae67fd-a55b-495a-88ce-5d272a459f15
http://www.arteespana.com/murillo.htm
 


 

martes, 6 de junio de 2017

DIEGO VELÁZQUEZ


Diego Velázquez fue el pintor barroco español más importante del grupo porque trató con igual excelencia todos los géneros: religiosos, mitológicos, retratos, históricos, paisajes, bodegones, etc. Además de ser, indiscutiblemente, uno de los mejores artistas de todos los tiempos.



Pasó sus primeros años en Sevilla, donde desarrolló un estilo naturalista de iluminación tenebrista, por influencia de Caravaggio y sus seguidores. A los 24 años se trasladó a Madrid, donde fue nombrado pintor del rey Felipe IV y cuatro años después fue ascendido a pintor de cámara, el cargo más importante entre los pintores de la corte. A esta labor dedicó el resto de su vida. Su trabajo consistía en pintar retratos del rey y de su familia, así como otros cuadros destinados a decorar las mansiones reales. Su presencia en la corte le permitió estudiar la colección real de pintura que, junto con las enseñanzas de su primer viaje a Italia, donde conoció tanto la pintura antigua como la que se hacía en su tiempo, fueron influencias determinantes para evolucionar a un estilo de gran luminosidad, con pinceladas rápidas y sueltas. En su madurez, a partir de 1631, pintó de esta forma grandes obras como La rendición de Breda. En su última década su estilo se hizo más esquemático y abocetado, alcanzando un dominio extraordinario de la luz. Este período se inauguró con el Retrato del papa Inocencio X, pintado en su segundo viaje a Italia, y a él pertenecen sus dos últimas obras maestras: Las meninas y Las hilanderas.

Su catálogo consta de unas 120 o 130 obras. El reconocimiento como pintor universal se produjo tardíamente, hacia 1850. Alcanzó su máxima fama entre 1880 y 1920, coincidiendo con la época de los pintores impresionistas franceses, para los que fue un referente. Manet se sintió maravillado con su obra y le calificó como «pintor de pintores» y «el más grande pintor que jamás ha existido». La parte fundamental de sus cuadros que integraban la colección real se conserva en el Museo del Prado en Madrid





Las características más peculiares y representativas de la pintura de Velázquez son:

Empleo de la perspectiva aérea.

Profundidad.

Pintura "alla prima", es decir, sin realización de bocetos. Por ello, las correcciones las hacía sobre la marcha y se nota en los numerosos "arrepentimientos" en sus cuadros.

La obra de Diego Velázquez es divisible en dos etapas: la sevillana y la madrileña.



Etapa Sevillana (1599-1623)

En esta fase, Velázquez tuvo como maestro a Pacheco. Con él aprendió a ser un gran dibujante y a organizar las composiciones. Las primeras obras que realizó pertenecen al tenebrismo (tendencia italiana que procede de Caravaggio). Las características de esta corriente son:

Realismo.

Contrastes de luz.

Composición diagonal.

Los temas que Velázquez pintó en esta primera etapa son religiosos y también populares, extraídos de la vida cotidiana.

Las obras más importantes son:

Adoración de los Reyes Magos

En esta pintura, gran parte del escenario está oscuro y sólo ilumina la parte del mismo que quiere destacar. Se trata, por tanto, de un cuadro de estilo tenebrista, realista y composición diagonal.



La Vieja friendo huevos

Recuerda a un bodegón (con abundancia de naturaleza muerta). Sorprende su exquisito realismo, sobre todo al representar el material en que están hechos los objetos. También es una obra tenebrista.



El Aguador de Sevilla

Obra de nuevo muy tenebrista y de gran realismo, como se aprecia en las calidades de los objetos.





Etapa madrilena (1623- 1660)

Se trata de la etapa más amplia de la vida y obra de Velázquez que a su vez tiene distintas fases.

Inicialmente, desde 1623 a 1629 se emplea como pintor de cámara de Felipe IV y a medida que pasa el tiempo consigue mejores trabajos. En este periodo continúa su formación como pintor, tomando como referencia las galerías pictóricas de la Corte madrileña. Además, en esta etapa conoce al genio flamenco Rubens.

Las obras de esta primera etapa son:


Los Borrachos

se trata de un tema mitológico protagonizado por el dios Bacco. En este cuadro, Velázquez abandona casi totalmente el tenebrismo ya que distribuye la iluminación por todo el escenario.





Bacco está sentado y destaca por su posición, por su desnudo, por la luz, por la corona de hojas de vid...

Se representan las tres etapas de la borrachera gracias a las expresiones de los personajes.

Entre 1629 y 1631 pasa una larga estancia en Italia aconsejado por Rubens. Allí aprende mucho de la obra de los grandes pintores renacentistas y barrocos italianos.

Fruto de este periodo son sus obras:



La Fragua de Vulcano

Tema mitológico cuyo protagonista es Vulcano, al que representa como dueño de una fragua con sus compañeros, que están confeccionando una armadura para el Dios de la guerra: Marte. El cuadro plasma el momento en que Apolo llega a contarle a Vulcano que su esposa le es infiel con Marte.

Salvo Apolo que es el personaje destacado, el resto es representado de una manera muy cotidiana con un taller artesano de gran realismo. De nuevo, Velázquez da muestras de una completo dominio de la anatomía humana.

En 1631 Diego Velázquez regresa a España permaneciendo hasta 1649. Se trata de una fase prolífica en que realiza numerosas obras.




Las Lanzas o la Rendición de Breda

Relata una victoria real en la guerra de los 30 años en que se elogia a la paz, puesto que los vencedores tratan con respeto y cortesía a los vencidos.

Se trata de una escena al aire libre con gran profundidad, donde aparece ardiendo la ciudad de Breda.





Las hilanderas

De nuevo se trata de un tema mitológico que representa la disputa entre Atenea y una joven tejedora llamada Aracne.

En primer plano aparecen las hilanderas. En segundo plano, Atenea cuando castiga a Aracne y en tercer plano, un tapiz.

La composición es simétrica, dotada de gran realismo y movimiento, que se aprecia en la sensación de rotación de la rueca. También es una obra maestra en el tratamiento de la luz.




Las Meninas

Las Meninas es la obra cumbre de Velázquez. Se trata del retrato de la Familia Real escenificado en el taller del propio pintor. Se autorretrata pintando a los reyes, que se reflejan en el espejo. Representa a la Infanta Margarita con sus meninas y bufones y el perro. Se autorretrata como pintor ennoblecido (lleva la cruz de Santiago): como artista y no un mero artesano.



De nuevo es una pintura de gran realismo donde funde la perspectiva aérea y la perspectiva lineal central. Hay dos focos luminosos que son tratados con maestría (puerta al fondo y ventana lateral). La sensación de profundidad es magistral, gracias al tratamiento de la luz y a la pincelada suelta.













viernes, 2 de junio de 2017

FRANCISCO DE ZURBARÁN

Zurbarán fue un genial pintor de la época barroca española. Vivió durante el siglo XVII, es decir, en el primer Barroco. Fue coetáneo de los grandes pintores del Siglo de Oro, como Velázquez, Murillo, Ribalta y Ribera.


 Su estilo se mantuvo prácticamente invariable, mientras que el de los anteriores iba evolucionando. Esta inmovilidad fue durante varias décadas el secreto de su éxito, pero terminó por condenar su carrera artística. Hijo de un comerciante o tendero, nació en Fuente de Cantos (Badajoz) en 1598. De sus primeros años nada se sabe, aunque podría suponerse que el padre deseara transmitirle el negocio y, por tanto, lo educara en el mismo. Sin embargo, en 1614 Pedro Díaz de Villanueva, pintor de Sevilla, lo toma como aprendiz con 16 años, durante 3 años. Desconocemos los motivos que llevaron a su padre a inscribirle en este taller, pues lo normal era que existiera una vinculación familiar con el gremio en el que se desarrollaba la formación profesional de los jóvenes. Tal vez unas excepcionales dotes para el dibujo inclinaron a sus progenitores por esta profesión. 

Cuando Zurbarán comienza de aprendiz, el panorama artístico de esos años era muy fértil. Sevilla era una ciudad próspera y la producción de pintura y escultura marchaba a un ritmo espectacular, apoyado por los encargos de la clientela religiosa y las ventas de pintura a América (todos los barcos rumbo al nuevo continente partían de esta populosa urbe). Las principales personalidades artísticas del momento eran Francisco Pacheco, Juan de Roelas y Francisco de Herrera, el Viejo. De estos tres, el más importante sin duda era el taller de Pacheco, quien quería dotarlo de rasgos de Academia, a la manera italiana. Siendo el taller de mayor éxito, encontramos en sus jóvenes aprendices a personalidades de la talla de Velázquez, quien figura en el taller de Pacheco en el año 1610, con 11 años; esto nos indica que cuando Zurbarán se inicia como aprendiz con 16 años, Velázquez, de 15 años, ya lleva estudiando cuatro años.


Al terminar el aprendizaje, Zurbarán no regresa a su pueblo, sino al vecino: Llerena. Se establece con 18 años como pintor . Sus primeros encargos para Llerena consisten en pequeñas obras secundarias y en algunos diseños urbanísticos: una fuente, por ejemplo, para la plaza. Sin embargo su talento comienza a ser conocido: en 1626 recibe un encargo para el convento de San Pablo el Real de Sevilla, de nada menos que 21 lienzos. El gran número de lienzos indica que Zurbarán ya había formado un taller para satisfacer todos los encargos, y que bajo su dirección trabajaban varios oficiales y aprendices. De otro modo, al pintor le hubiera resultado imposible terminar el trabajo a tiempo. Si pensamos que Zurbarán era un pintor todavía joven y relativamente poco conocido, puede sorprender la importancia del encargo. Una explicación podría encontrarse en el competitivo mercado sevillano: la producción de pintura se encontraba monopolizada en los talleres de los grandes maestros reconocidos (Pacheco, Roelas, Varela, Legot, Herrera...) y por tanto sus precios eran muy altos. El joven extremeño poseía la habilidad y los recursos humanos para llevar a cabo la obra por mucho menos dinero. El precio de los 21 lienzos sumaba un total de 380 ducados. Como comparación mencionaremos que tan sólo tres años más tarde, afincado ya en Sevilla con su taller, Zurbarán cobró por 22 lienzos la cifra de 1.500 ducados. Se ha dicho que Zurbarán era increíblemente desmañado a la hora de construir los espacios, y esto se mantendrá constantemente en su pintura. La abundancia de personajes le bloquea y se muestra incapaz de ordenarlos coherentemente en un espacio realista. Las leyes de la perspectiva y la proyección geométrica descubiertas en el Renacimiento se le resisten, por lo que sus espacios carecen de profundidad u orden. Estas carencias las compensa con las otras características: su minuciosidad consigue plasmar telas, cacharros, cabellos, pieles, como si pudieran palparse, tan reales como la vida. Los rostros son penetrantes, animados, diferentes por completo a las expresiones acartonadas de otros pintores de su taller o de la propia Sevilla. Por último, poseía una particular concepción del color, que le llevaba a colocar juntos colores que tradicionalmente se consideraban contrarios, pero que bajo su mano parecían armónicos. Recurrió a gamas brillantes y alegres, poco frecuentes, como los púrpuras, morados, verdes esmeralda o amarillos limón. De los 21 lienzos de este importante encargo se conservan varios: la Curación milagrosa de Reginaldo de Orléans, Santo Domingo en Soriano, y tres Padres de la Iglesia, San Gregorio, San Ambrosio y San Jerónimo. El año siguiente a este trabajo, 1627, pinta el maravilloso Crucificado del Art Institute de Chicago. En él se enfrenta y apropia del decálogo del Naturalismo tenebrista. En efecto, este estilo del Barroco italiano caló profundamente en la sensibilidad pictórica de Zurbarán, quien lo adoptó como estilo propio a lo largo de su carrera.



 La obra de mayor referencia para Zurbarán fue la de Caravaggio por un lado; por otro, la llegada a Osuna de un cargamento de lienzos que había encargado el duque de Osuna le hizo conocer la obra de Jusepe Ribera, el Españoleto, protegido del duque, con quien encontramos las mayores consonancias estilísticas. En 1628, Zurbarán aún aparece como vecino de Llerena, pero residente en Sevilla. Ya tiene claro que su objetivo es la capital: este mismo año firma el contrato para 22 lienzos en el convento de la Merced Calzada, comprometiéndose a pintar todo aquello que el padre comendador le ordene: le suministraron textos eba a sus oficiales, por lo que el taller de Zurbarán dejó su huella en toda la comarca andaluza. El taller de cada maestro tenía su forma particular de pintar, que podía o no estar de moda, pese a seguir un estilo común. Los modelos que se practicaban en el taller de Zurbarán dependían normalmente de estampas y dibujos ajenos, brindados por los comitentes del lienzo, que normalmente resultaban ser teólogos. Uno de los temas de mayor éxito era el de Cristo en la cruz. Casi todos los Crucificados son de cuatro clavos en este momento, por influencia del prestigioso taller de Pacheco (podemos ver como ejemplo el Cristo de Velázquez). Otro tema predilecto de Zurbarán era el de los corderos trabados: funcionaban como símbolos del sacrificio pascual. El blanco de su lana encarna la pureza y la victoria de la vida sobre la muerte. Pero al mismo tiempo eran bocetos y estudios preparatorios para lienzos de mayor tamaño que incluían corderillos como motivos secundarios. Estos modelos contribuían cada vez más a incrementar la fama de Zurbarán, hasta el punto de que en 1634 Velázquez sugiera a la Corte madrileña (de la que se había convertido en pintor del rey) que le llame para colaborar en la decoración del Palacio del Buen Retiro, mandado levantar por Felipe IV. Se encargó de los Trabajos de Hércules (10 en lugar de 12, porque sólo se disponía espacio en las sobrepuertas del Salón de Reinos para 10) y 2 lienzos sobre el Socorro de Cádiz (1 perdido). 



Estos dos lienzos se inscribían en una serie de batallas famosas, entre las que se cuentan por ejemplo Las Lanzas de Velázquez, junto a obras de Carducho, Cajés, Maíno y otros. Como ya se ha mencionado, de los dos lienzos de Zurbarán tan sólo se conserva la Defensa de Cádiz. Tras este trabajo, en 1634 regresa a Sevilla y en la documentación de algún encargo posterior figura como "pintor del rey".Tantos éxitos favorecieron su introducción en el mercado trasatlántico. Su comienzo en la exportación a América tuvo principalmente razones económicas, puesto que los lienzos conseguían unos precios altos, lo cual compensaba el enorme riesgo de la transacción: por un lado que el barco llegara a puerto sin contratiempos para la mercancía; por otro, que los lejanos clientes cumplieran con los pagos estipulados. Ejemplo de estos riesgos comerciales lo constituye la primera remesa de cuadros que Zurbarán envió a América, completamente perdida. El capitán del navío, Mirafuentes, los desembaló y adornó con ellos el barco durante una fiesta en plena travesía. Era una serie de vírgenes santas: aspecto hermoso y juvenil, engalanadas con lujosos trajes, muy apropiado para la fiesta. El desembalaje y la fiesta posterior provocaron daños irreparables en los lienzos, que jamás fueron cobrados por el pintor. Sin embargo, en otros casos tuvo más éxito. Zurbarán recibía abundantes encargos en esta época, incluso se le encomendó la decoración de un barco en 1638, para una fiesta que iba a celebrarse en el Buen Retiro de Madrid. Este mismo año de 1638 firmó uno de los contratos más cruciales para nuestro conocimiento de Zurbarán y el arte del momento: la serie conventual del monasterio de Guadalupe. Lo que la hace única es que se ha conservado intacta in situ, siguiendo la colocación original del siglo XVII. El ciclo estaba dedicado a la Orden jerónima y a su vinculación tradicional con la Corona española. Los lienzos tenían un carácter histórico-legendario. Su estilo se parece más que nunca al de Ribera. 



En esta plenitud, en 1639 muere su esposa Beatriz. La obra de los años siguiente refleja lo visto y aprendido en Madrid, especialmente composiciones de Bartolomé y Vicente Carducho, así como el color y el paisaje atmosférico de Velázquez. La década de 1640-1650 se inicia con un declinar de los encargos de importancia: se produce una crisis económica general en toda España, a lo cual se añade una sublevación en Andalucía, capitaneada en vano por el duque de Medina Sidonia en 1641. Esta crisis fuerza a los pintores a volcarse en mercados alternativos. Aumentan las series para América, lo que provoca una industrialización de los modelos con mayor intervención del taller; se fabricaban santos estereotipados casi en serie, con modelos de baja originalidad e incluso mediocre calidad. Proporcionaban más beneficios, pero eran más arriesgados. Los conventos americanos sentían verdadero fervor por lo llegado de España. Los principales destinos donde encontraremos obra de Zurbarán serán Nueva España, Perú (especialmente su capital, Lima), Antigua (Guatemala), Buenos Aires (Argentina). Las series no son sólo religiosas, sino con frecuencia tienen motivos profanos. Esto se debe a que los clientes no eran sólo conventos sino también altos funcionarios de colonias, mineros enriquecidos, comerciantes indianos... Estos clientes piden series de apostolados, césares, patriarcas, santos fundadores, los infantes de Lara, vírgenes santas, ángeles, reyes, hombres célebres. No todas las series repiten los mismos modelos ni constan del mismo número de lienzos, pero poseen características comunes. Las santas vírgenes resultaban muy atractivas. Son figuras femeninas representadas en actitud de marcha, colocadas a lo largo de los muros de la nave del templo como si fueran una procesión celestial hacia el altar. A veces giran sus bellos rostros hacia el fiel, con familiaridad o coquetería. Pueden incluir retratos a lo divino: damas nobles que desean ser representadas bajo el aspecto de su santa favorita o de aquélla que les da nombre. Los infantes de Lara, otra serie muy solicitada, son de temática singular y poco frecuente: trata de la sangrienta leyenda castellana del asesinato de los siete hijos de don Gonzalo Bustos de Lara, vengados por su hermano bastardo Mudarra. En 1644 se produce el tercer y último matrimonio de Zurbarán, con Leonor de Tordera, joven ideal para cuidar su casa y su patrimonio (ella tenía 28 años, él 46). Al tiempo, su hijo Juan de Zurbarán se establece como pintor, siguiendo los modelos de su padre y colaborando con él. Pero un hecho terrible viene a acentuar la crisis sevillana y la de Zurbarán particularmente: en 1649 se produce una epidemia de peste que redujo la población de Sevilla a la mitad. En ella murieron casi todos los hijos del pintor, incluido Juan. Las circunstancias adversas se agravaron por un cambio de estilo abanderado por Murillo, que había comenzado a acaparar los encargos más interesantes. Tal vez fuera ésta la razón por la que Zurbarán comienza a plantearse cambiar su lugar de residencia. De este modo, parece que entre 1650 y 1652 realiza un viaje a Madrid, no documentado. Lo que sí es patente es que se produce un cambio de estilo durante este bienio: gusto por el sfumato, el modelado más blando, la delicadeza... Tal vez influye el nuevo estilo de jóvenes artistas que triunfan en Sevilla: Murillo y Herrera el Joven, que representan el Barroco triunfal, exitoso no sólo en Sevilla sino también en Madrid. Definitivamente el pintor se traslada a Madrid en 1658 y busca la protección de Velázquez, a cuyo favor "adorna" la realidad cuando da testimonio sobre el pintor en su proceso para acceder a la Orden de Santiago. De esta manera, esperaba y probablemente conseguía que Velázquez le recomendara para posibles trabajos. Son los últimos años del pintor, llenos de interés. Su estilo se hace delicado e íntimo, con pincelada blanda y aterciopelada, colorido luminoso y transparente, centrado en la clientela particular: temas de devoción privada y cuadros de dimensiones menores.


 Los grandes lienzos que se pagan en Madrid son de mano de Carreño y Rizzi. De 1658 a 1664, los últimos años de su vida, se muestra la obra más pura de Zurbarán, sin la intervención de sus oficiales, puesto que no traslada su taller de Sevilla a Madrid. El 27 de agosto de 1664 muere. En su testamento se aprecia un nivel medio-alto de vida, posibilitado por su dedicación al comercio en sedas y adornos para textiles de los últimos años. Se liquidaron los lienzos que permanecían en su poder, las casas, etc. Se encontraron 50 estampas en su taller, pero ni un sólo libro. Sus herederas fueron dos hijas supervivientes. Se le enterró en el convento de Agustinos Recoletos de Madrid, sito en los terrenos de la actual Biblioteca Nacional. Los temas que trató a lo largo de su vida Zurbarán fueron lienzos religiosos oficiales, lienzos de devoción o profanos para particulares y retratos. Entre las iconografías destacan sus Inmaculadas Concepciones, una devoción muy defendida en la España del XVII. También las Vírgenes niñas o dormidas, las Sagradas Familias de la Virgen, poéticas, casi sentimentales, con visiones de la cotidianeidad de la España del momento. Otro tema de éxito fueron las imágenes de Jesús, niño o adolescente, los Crucificados de cuatro clavos y dos tipos: muerto con la cabeza ladeada, vivo con la cabeza alzada. 

Zurbarán sentía a título personal una gran predilección por los San Franciscos, meditando, rezando, con calaveras o muerto. Este gusto lo comparte con El Greco y tal vez da una idea del sentimiento vital y espiritual de este pintor que abarcó gran parte del siglo XVII, mostrando a un tiempo las dependencias del Barroco respecto a otros estilos anteriores y las novedades que marcaron su decadencia pasado 1640. 



http://www.artehistoria.com/v2/personajes/3810.htm
https://es.wikipedia.org/wiki/Francisco_de_Zurbar%C3%A1n
https://www.museodelprado.es/aprende/enciclopedia/voz/zurbaran-francisco-de/dbb34f90-243e-4231-b956-afd06a87463c