martes, 6 de junio de 2017

DIEGO VELÁZQUEZ


Diego Velázquez fue el pintor barroco español más importante del grupo porque trató con igual excelencia todos los géneros: religiosos, mitológicos, retratos, históricos, paisajes, bodegones, etc. Además de ser, indiscutiblemente, uno de los mejores artistas de todos los tiempos.



Pasó sus primeros años en Sevilla, donde desarrolló un estilo naturalista de iluminación tenebrista, por influencia de Caravaggio y sus seguidores. A los 24 años se trasladó a Madrid, donde fue nombrado pintor del rey Felipe IV y cuatro años después fue ascendido a pintor de cámara, el cargo más importante entre los pintores de la corte. A esta labor dedicó el resto de su vida. Su trabajo consistía en pintar retratos del rey y de su familia, así como otros cuadros destinados a decorar las mansiones reales. Su presencia en la corte le permitió estudiar la colección real de pintura que, junto con las enseñanzas de su primer viaje a Italia, donde conoció tanto la pintura antigua como la que se hacía en su tiempo, fueron influencias determinantes para evolucionar a un estilo de gran luminosidad, con pinceladas rápidas y sueltas. En su madurez, a partir de 1631, pintó de esta forma grandes obras como La rendición de Breda. En su última década su estilo se hizo más esquemático y abocetado, alcanzando un dominio extraordinario de la luz. Este período se inauguró con el Retrato del papa Inocencio X, pintado en su segundo viaje a Italia, y a él pertenecen sus dos últimas obras maestras: Las meninas y Las hilanderas.

Su catálogo consta de unas 120 o 130 obras. El reconocimiento como pintor universal se produjo tardíamente, hacia 1850. Alcanzó su máxima fama entre 1880 y 1920, coincidiendo con la época de los pintores impresionistas franceses, para los que fue un referente. Manet se sintió maravillado con su obra y le calificó como «pintor de pintores» y «el más grande pintor que jamás ha existido». La parte fundamental de sus cuadros que integraban la colección real se conserva en el Museo del Prado en Madrid





Las características más peculiares y representativas de la pintura de Velázquez son:

Empleo de la perspectiva aérea.

Profundidad.

Pintura "alla prima", es decir, sin realización de bocetos. Por ello, las correcciones las hacía sobre la marcha y se nota en los numerosos "arrepentimientos" en sus cuadros.

La obra de Diego Velázquez es divisible en dos etapas: la sevillana y la madrileña.



Etapa Sevillana (1599-1623)

En esta fase, Velázquez tuvo como maestro a Pacheco. Con él aprendió a ser un gran dibujante y a organizar las composiciones. Las primeras obras que realizó pertenecen al tenebrismo (tendencia italiana que procede de Caravaggio). Las características de esta corriente son:

Realismo.

Contrastes de luz.

Composición diagonal.

Los temas que Velázquez pintó en esta primera etapa son religiosos y también populares, extraídos de la vida cotidiana.

Las obras más importantes son:

Adoración de los Reyes Magos

En esta pintura, gran parte del escenario está oscuro y sólo ilumina la parte del mismo que quiere destacar. Se trata, por tanto, de un cuadro de estilo tenebrista, realista y composición diagonal.



La Vieja friendo huevos

Recuerda a un bodegón (con abundancia de naturaleza muerta). Sorprende su exquisito realismo, sobre todo al representar el material en que están hechos los objetos. También es una obra tenebrista.



El Aguador de Sevilla

Obra de nuevo muy tenebrista y de gran realismo, como se aprecia en las calidades de los objetos.





Etapa madrilena (1623- 1660)

Se trata de la etapa más amplia de la vida y obra de Velázquez que a su vez tiene distintas fases.

Inicialmente, desde 1623 a 1629 se emplea como pintor de cámara de Felipe IV y a medida que pasa el tiempo consigue mejores trabajos. En este periodo continúa su formación como pintor, tomando como referencia las galerías pictóricas de la Corte madrileña. Además, en esta etapa conoce al genio flamenco Rubens.

Las obras de esta primera etapa son:


Los Borrachos

se trata de un tema mitológico protagonizado por el dios Bacco. En este cuadro, Velázquez abandona casi totalmente el tenebrismo ya que distribuye la iluminación por todo el escenario.





Bacco está sentado y destaca por su posición, por su desnudo, por la luz, por la corona de hojas de vid...

Se representan las tres etapas de la borrachera gracias a las expresiones de los personajes.

Entre 1629 y 1631 pasa una larga estancia en Italia aconsejado por Rubens. Allí aprende mucho de la obra de los grandes pintores renacentistas y barrocos italianos.

Fruto de este periodo son sus obras:



La Fragua de Vulcano

Tema mitológico cuyo protagonista es Vulcano, al que representa como dueño de una fragua con sus compañeros, que están confeccionando una armadura para el Dios de la guerra: Marte. El cuadro plasma el momento en que Apolo llega a contarle a Vulcano que su esposa le es infiel con Marte.

Salvo Apolo que es el personaje destacado, el resto es representado de una manera muy cotidiana con un taller artesano de gran realismo. De nuevo, Velázquez da muestras de una completo dominio de la anatomía humana.

En 1631 Diego Velázquez regresa a España permaneciendo hasta 1649. Se trata de una fase prolífica en que realiza numerosas obras.




Las Lanzas o la Rendición de Breda

Relata una victoria real en la guerra de los 30 años en que se elogia a la paz, puesto que los vencedores tratan con respeto y cortesía a los vencidos.

Se trata de una escena al aire libre con gran profundidad, donde aparece ardiendo la ciudad de Breda.





Las hilanderas

De nuevo se trata de un tema mitológico que representa la disputa entre Atenea y una joven tejedora llamada Aracne.

En primer plano aparecen las hilanderas. En segundo plano, Atenea cuando castiga a Aracne y en tercer plano, un tapiz.

La composición es simétrica, dotada de gran realismo y movimiento, que se aprecia en la sensación de rotación de la rueca. También es una obra maestra en el tratamiento de la luz.




Las Meninas

Las Meninas es la obra cumbre de Velázquez. Se trata del retrato de la Familia Real escenificado en el taller del propio pintor. Se autorretrata pintando a los reyes, que se reflejan en el espejo. Representa a la Infanta Margarita con sus meninas y bufones y el perro. Se autorretrata como pintor ennoblecido (lleva la cruz de Santiago): como artista y no un mero artesano.



De nuevo es una pintura de gran realismo donde funde la perspectiva aérea y la perspectiva lineal central. Hay dos focos luminosos que son tratados con maestría (puerta al fondo y ventana lateral). La sensación de profundidad es magistral, gracias al tratamiento de la luz y a la pincelada suelta.













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